La piel es una de las primeras alarmas que suenan en cuanto al envejecimiento de las personas. Uno de los primeros síntomas es la piel reseca, arrugada o con defectos que solo el tiempo sabe traernos. Es muy importante comenzar su cuidado con mucha antelación para no llegar a adultos con el problema sin ningún tipo de solución.
Las cremas son un factor importante en el cuidado de la piel y ayudarán en gran nivel a que podamos mantenernos jóvenes, pero también existen recursos que seguramente ni siquiera te imaginabas al momento de pensar en productos antiage. El envejecimiento evoluciona y comenzamos a notar pérdida de elasticidad, firmeza y luminosidad.
La verdadera gran respuesta no está en los productos químicos y las cremas de gran renombre. La naturaleza nos provee de todo lo que necesitamos para estar sanos y fuertes y con sus elementos podemos mantenernos jóvenes y lucir la piel de la mejor manera posible.
Puntualmente estamos hablando de las plantas y sus raíces y todos los nutrientes que estas tienen para aportar tanto a nuestra piel como a nuestro organismo. En concreto de sus brotes podemos extraer uno de esos activos antiedad tan esenciales en tu rutina de cuidados, las células madres vegetales, imprescindibles por su capacidad de reparar y promover la renovación celular.
Nos referimos particularmente a las células madre de la uva. Y es que, estas células madre procedentes de la uva son capaces de impedir la oxidación celular, lo que indefectiblemente contribuye a retrasar la aparición de los síntomas del envejecimiento. Al mismo tiempo aumentan la proliferación de las células y protegen el ADN y las proteínas de la piel. Asimismo, gracias a sus múltiples propiedades, consiguen disminuir la apariencia de las arrugas y su profundidad, proporcionando una piel más tersa, nutrida y joven por mucha más tiempo.