La amnesia de la primera infancia, también conocida como amnesia infantil, ha fascinado a los psicólogos desde el siglo XIX. Este fenómeno se refiere a la dificultad para recuperar recuerdos de los primeros dos o tres años de vida, un periodo en el que experimentamos un aprendizaje esencial. Aunque somos seres activos y motivados durante esta fase, nos enfrentamos a la incapacidad de recordar nuestras primeras palabras, pasos o experiencias como bebés.
El inicio de la memoria: una perspectiva renovada
En lugar de abordar la amnesia infantil como una pérdida de recuerdos, los expertos sugieren ahora verla como el inicio de la memoria. ¿Qué desencadena este inicio? Según Robert N. Kraft, profesor de psicología cognitiva en la Universidad de Otterbein, la respuesta se encuentra en una combinación de procesos fundamentales en el desarrollo de los bebés.
Durante los primeros dos años de vida, el cerebro de los bebés experimentan un desarrollo intenso, especialmente la corteza cerebral y el hipocampo, crucial para la formación de recuerdos. El crecimiento de neuronas y la sustitución de conexiones antiguas por nuevas son procesos que marcan esta etapa. Aunque los niños pueden recordar eventos de meses atrás, la capacidad de recordar se desvanece dos años después.
Los bebés, inicialmente, carecen de interés en recordar. La necesidad de recordar surge a medida que la interacción con otras personas impulsa esta habilidad. La capacidad de recordar rostros familiares y detalles cotidianos se desarrolla a través de la interacción social y la necesidad de participar activamente en la memoria.
La memoria se ve atraída por eventos nuevos y trascendentales en nuestras vidas. Cuando somos bebés, todo es nuevo, y la falta de discernimiento entre lo rutinario y lo especial contribuye a la dificultad para recordar eventos cotidianos. La memoria se centra en lo distintivo, formando recuerdos duraderos de experiencias únicas.