A la hora de limpiar nuestro hogar buscamos dos cosas: que todo huela bien, y que podamos eliminar la mayor cantidad de suciedad y gérmenes de los ambientes. Sin embargo, en esta búsqueda desesperada por limpiar y dejar todo impecable, comenzamos a mezclar productos y a realizar combinaciones que no deben hacerse.
¿Qué dos productos de limpieza nunca deben mezclarse?
Existen varias combinaciones de productos de limpieza que nunca deben hacerse, la lista es muy extensa, pero en el siguiente artículo te diremos algunas de las combinaciones más comunes o clásicas que muchas personas realizan y que no saben que NO deben hacerlas.
Es importante que sepas que NO se deben mezclar productos de limpieza entre sí, ni con sustancias domésticas habituales como el vinagre, el agua oxigenada, la laca o el bicarbonato, y tampoco se deben mezclar con agua caliente. Lo menos grave que puede pasar con estas mezclas es que unas sustancias anulen las propiedades de las otras, y lo más grave es que la mezcla tenga riesgo de explosión o se produzcan vapores tóxicos.
Vinagre y lejía
La lejía es una disolución de hipoclorito de sodio que se va descomponiendo lentamente. Si la descompones (es decir, si la mezclas con otro producto) podrás crear cloruro sódico y oxígeno, desproporcionar a cloruro y clorato, e incluso liberar cloro gas, que es la reacción más peligrosa. Al mezclar lejía con vinagre, que no es más que una disolución de ácido acético, se produce gas cloro. Este gas produce quemaduras en las mucosas, los ojos y las vías respiratorias.
Lejía y agua caliente
A partir de 30 °C la lejía comienza a descomponerse liberando gas cloro, que es un compuesto tóxico, corrosivo e irritante, por eso jamás se debe mezclar con agua caliente. Además, hace que la lejía pierda capacidad desinfectante, por lo tanto, no estarás limpiando nada.
Lejía y alcohol
El alcohol que suele haber en casa es una disolución de etanol en agua. El mismo puede reaccionar con el hipoclorito de la lejía dando lugar a la formación de ácido clorhídrico y cloroformo, dos sustancias sumamente tóxicas. Pueden quemar los ojos, la piel, las vías respiratorias e incluso llegar a causar daños en los riñones y en el sistema nervioso.