El paso del tiempo es inevitable y, con él, llegan las arrugas que suelen dejar huellas en nuestro rostro. Pero, a lo largo de la historia, diversas culturas desarrollaron técnicas y secretos para combatir los signos del envejecimiento de manera natural y efectiva. Una de ellas es la propuesta por Yukuko Tanaka y es una de los más populares masajes faciales.
Este método ancestral se basa en la estimulación suave pero constante de los músculos faciales y la piel, promoviendo la circulación sanguínea y el drenaje linfático. La idea detrás de este enfoque es reactivar la producción de colágeno y elastina, las proteínas responsables de mantenerla tersa y elástica, reduciendo así la apariencia de arrugas y líneas finas.
La práctica de esta técnica milenaria es sorprendentemente simple. Se recomienda realizarla al menos cinco veces al día para obtener resultados óptimos. Cada sesión de masaje facial debe durar alrededor de cinco a diez minutos.
¿Cómo se logra el masaje facial?
Comienza limpiando tu rostro y aplicando un suero o aceite facial de tu elección para facilitar el deslizamiento de tus dedos. Luego, utilizando las yemas, inicia a masajear suavemente diferentes áreas de tu rostro en movimientos circulares ascendentes.
Empieza por el área de la frente y avanza hacia las sienes y la zona alrededor de los ojos, prestando especial atención a las patas de gallo. Luego, trabaja en las mejillas, moviendo tus dedos desde la nariz hacia las orejas. Continúa hacia la mandíbula y el cuello, realizando movimientos ascendentes para contrarrestar la flacidez en esa área.
Durante el masaje, asegúrate de aplicar una presión suave y constante. Evita estirar o jalar la piel, ya que esto puede causar daño. Respira profundamente mientras realizas cada movimiento para relajar los músculos y mejorar la circulación.
Además de los beneficios estéticos, el masaje facial también puede proporcionar un momento de relajación en tu día ajetreado. A medida que dedicas tiempo a cuidar tu piel, también estás cuidando tu bienestar.