Desde tiempos remotos, los seres humanos miraron al cielo y encontraron formas familiares en las nubes. Ya sea un perro, un corazón, o incluso un rostro humano, nuestra mente parece buscar constantemente patrones y significados en las formas y contornos que flotan en el firmamento. Este fenómeno, conocido como ‘pareidolia’, intrigó a científicos y psicólogos durante décadas y ofrece una visión de cómo funciona nuestro cerebro.
La pareidolia es un fenómeno psicológico en el que nuestro cerebro interpreta erróneamente un estímulo aleatorio, como una imagen o sonido, como algo significativo y reconocible. En el caso de las nubes, busca constantemente formas o patrones visuales que nos resulten familiares.
Esto se debe a que, a lo largo de la evolución humana, fue ventajoso para nuestra supervivencia identificar rápidamente rostros y figuras familiares en nuestro entorno, incluso en situaciones ambiguas. Este mecanismo es una adaptación evolutiva que nos ayudó a reconocer posibles depredadores o aliados en fracciones de segundo.
La pareidolia es un fenómeno común y se observó en diversas culturas a lo largo de la historia. En muchas tradiciones, las figuras en las nubes son consideradas mensajes divinos o presagios. Incluso en la era moderna, este fenómeno se refleja en la forma en que vemos caras en objetos cotidianos, como tostadas, enchufes o manchas en las paredes.
La explicación de la ciencia
La ciencia también arrojó luz sobre los aspectos neurológicos de la pareidolia. Se demostró que diferentes regiones del cerebro, como el giro fusiforme, están implicadas en el reconocimiento de caras y objetos familiares. Además, la activación de estas áreas cerebrales puede ocurrir incluso cuando la figura real es mínima o está incompleta.
Un estudio publicado en la revista ‘Applied Cognitive Psychology’ mostró imágenes ambiguas a un grupo de participantes, y se observó que el cerebro activaba áreas relacionadas con el reconocimiento facial cuando los participantes reportaban ver una cara en la imagen.
Pero, cuando se les mostraba la misma imagen con una versión más clara de una cara superpuesta, el cerebro dejaba de activar esas áreas. Esto sugiere que nuestro cerebro tiene la capacidad de llenar los vacíos de información y encontrar patrones significativos incluso en situaciones inciertas.