Cuando el príncipe Alberto de Mónaco y Charlene anunciaron en el 2014 la llegada de sus mellizos, todo el principado festejó la noticia. Esos niños significarían la continuidad de la familia Grimaldi, a pesar de que el príncipe Alberto ya se había convertido en padre previamente de dos niños fuera del matrimonio.
La princesa Charlene de Mónaco supo desde el primer momento que su hija Gabriella quedaría apartada del trono, ya que al igual que en otras monarquías, en Mónaco sigue rigiendo una ley que aparta a la hija mujer del trono. La ley sálica impide el acceso al trono de las mujeres, pero siempre y cuando tengan un hermano, como prioridad masculina. Pero si se diera el caso de que todos los hijos de los monarcas fuese mujeres, la mayor de ellas reinaría, como ocurre en nuestro país con la princesa Leonor.
Por lo tanto, el futuro papel de Gabriella de Mónaco, al igual que Carolina y Estefanía de Mónaco, será obligada por el estatus a no ejercer profesionalmente sus estudios, y solo podrá realizar actividades de beneficencia, ejercer el matrimonio y tener algunas participaciones en el mundo de la moda.
Sin embargo, esto no quiere decir que el hermano de Gabriella, Jaime de Mónaco, tenga el trono asegurado, ya que se dice que Carolina de Mónaco habría firmado un acuerdo junto a su hermano para que, en caso de que el soberano falleciese o quedara incapacitado para cumplir sus funciones antes de que su hijo, el príncipe Jacques, tuviera 18 años, sea ella quien ocupe el trono.
Dicho acuerdo haría que Charlene de Mónaco esté presente en algunos actos oficiales, mientras que Carolina de Mónaco ocuparía el lugar de su hermano, hasta que el heredero al trono sea mayor de edad. De esta forma, la hermana del príncipe recuperaría el papel principal que tuvo durante muchos años y que dejó de lado tras la boda de la pareja real.