Tanto la Princesa Leonor como la Infanta Sofía nacieron bajo la lupa y las cámaras de la prensa. Todos sus movimientos han sido perseguidos y relatados por toda la prensa de España y cada uno de sus pasos son minuciosamente programados por la Casa Real quien confecciona todo lo que va a suceder en cada uno de los eventos a los que acude la familia real completa.
Evidentemente todos ellos deben seguir un protocolo a rajatabla y no se pueden comportar con normalidad. Con el paso del tiempo se han relajado pero es normal verlos algo tensos intentando que todo lo programado funcione correctamente. Rara vez el Rey Felipe abandona su papel de soberano y podemos verlo brindándole una caricia o un gesto amoroso a sus hijas.
Pero cuando las cámaras se apagan y se alejan de los ojos de la sociedad y de la opinión pública es sabido que el rey es uno de los hombres más cariñosos y atentos con las dos debilidades de su vida, sus hijas la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. Es normal que las esté cargando en sus hombros. tocando su rostro con suavidad y diciéndole cosas al oído que las hacen reír. Afuera queda ese hombre rígido y estructurado que intenta tener el mínimo contacto y con suma seriedad en el que se transforma cuando trabaja.
Como contrapartida está la relación con su padre, el rey emérito Juan Carlos I. La misma fue atravesada por el gran dolor que su padre le ocasionó a su madre con sus constantes traiciones.
El Rey Felipe sufrió de primera mano ver como sufría su madre por las constantes infidelidades y estratos por parte de su padre. Debe ser por esta razón que cuenta con una relación tan fluida con su esposa, la reina Letizia. Evidentemente no quiere brindarle a sus hijas el mal ejemplo que él mismo recibió cuando era pequeño.