Máxima de los Países Bajos no es la única royal neerlandesa que fue resistida ante la idea de un casamiento. Su suegra, la princesa Beatriz, también debió imponerse para lograr que la dejaran contraer matrimonio con Nicolás de Amsberg, y para esto tuvo que llegar al extremo y pelear por su amor.
La reina Beatriz de los Países Bajos vivió un momento difícil en su vida cuando decidió contraer matrimonio con Nicolás de Amsberg, un diplomático alemán que había sido miembro de las Juventudes Hitlerianas. La sociedad neerlandesa, que había sufrido en carne propia la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, se oponía rotundamente a que la princesa se casara con un alemán, y mucho menos con alguien con un pasado ligado al régimen nazi.
La princesa Beatriz no se dejó amedrentar por las críticas y decidió luchar por su amor. Para ello, llegó al extremo de hacer una huelga de hambre, lo que generó una gran preocupación en el país y finalmente logró su cometido. En 1966, se casó con Nicolás de Amsberg en una ceremonia que contó con la presencia de importantes personalidades, como la reina Isabel II de Inglaterra.
Este gesto de amor por parte de la reina Beatriz no fue el único que se ha dado en la monarquía neerlandesa. La reina Juliana, madre de Beatriz, también tuvo que enfrentar la oposición de gran parte de la sociedad cuando decidió casarse con un príncipe alemán en 1937. Bernardo de Lippe-Biesterfeld, el novio de Juliana, había nacido en Alemania y muchos neerlandeses desconfiaban de él debido a los vínculos de su país con el régimen nazi.
Sin embargo, a pesar de las críticas, la pareja se casó y tuvo cuatro hijas, entre ellas la princesa Beatriz. Bernardo se convirtió en uno de los miembros más queridos de la monarquía neerlandesa y desempeñó un papel importante en la reconstrucción del país después de la Segunda Guerra Mundial.