Todo el mundo cree que ser miembro de la realeza tiene que ver con lujos y el glamour que solo la corona puede brindar, pero las historias de los royals no siempre son felices y por el contrario muchas de ellas solo traen problemas, desgracias y tragedia. Históricamente las relaciones entre príncipes y reyes no siempre tenían que ver con el amor sino más bien con la conveniencia y esto es lo que derivó en incontables relatos de relaciones tóxicas.
Este fue el caso de Carolina de Brunswick quien tuvo una historia poco afortunada a lo largo de su vida matrimonial ya que tuvo que casarse en un matrimonio arreglado que no la hizo para nada feliz. Por aquel entonces era normal que se programaran matrimonios entre primos y esto es exactamente lo que le sucedió a la buena de Carolina.
Carolina nació en 1768 y su familia pertenecía al pequeño grupo aristocrático de la sociedad. En 1794 contrajo matrimonio con Jorge IV, hijo del rey Jorge III, pero la unión estaba muy lejos de ser por razones amorosas y tenía que ver por las deudas que afrontaba el heredero al trono por su alcoholismo y su adicción al juego.
Un punto importante que hoy llama poderosamente la atención pero que por aquel entonces resultaba completamente normal, era el hecho de que Jorge IV y su esposa Carolina de Brunswick eran primos.
Su matrimonio sólo tuvo odio y repudio mutuo ya que no se soportaban en lo más mínimo. El contaba con infinitas amantes y ella solo se mantenía con él con el afán de lograr el título de reina. El 19 de julio de 1821, en la Abadía de Westminster, a Carolina del Reino Unido se le negó la entrada mientras que Jorge IV estaba dentro de la iglesia siendo coronado. A pesar de todos los intentos, la reina consorte no fue coronada y falleció 19 días después por un cáncer, según especialistas, pero ella creyó que su malestar se debió a un envenenamiento.