El exclusivo mundo de la realeza, y puntualmente el de la de Mónaco que es sumamente cerrado, siempre les ha traído a sus integrantes muchas alegrías pero a la vez muchas tristezas. No todo es magia y lujos en este universo que vive mucho de las apariencias y puede generar excesivo recelo y conflictos en sus integrantes.
Esto es justamente lo que le sucedió en los años 60 a la actriz Grace Kelly quien venía del mundo de Hollywood y tuvo que saber adaptarse a las normas, reglas y obligaciones que impone la realeza monegasca, una tarea para nada sencilla. Cuando decidió comenzar su relación en 1956 con Raniero nunca sospechó que le costaría tanto encajar en la familia real.
Grace pudo sobrevivir a una suegra despectiva, porque no la veía nunca. Fue más difícil para ella sobreponerse a los manejos de su cuñada Marie Antoinette. Una mujer resentida que vivió la llegada de Grace Kelly como una amenaza y dedicó todas sus fuerzas a complicarle la vida y a desprestigiarla. El hecho de que fuera actriz y una mujer completamente moderna y sofisticada le generaban incontrolables celos y es por ello que siempre quiso que desapareciera de su familia.
Otro hecho que agravaba la situación entre las cuñadas era que Marie Antoinette siempre quiso que su hijo fuera el heredero y ella convertirse en regente, lo que la llevó a organizar todo tipo de conspiraciones. Ante esta situación casi insostenible Rainiero la envió al exilio, pero ella, a pesar de estar lejos, no dejó de difundir rumores. Los ataques eran constantes y la prensa siempre contaba con alguna noticia inventada para poder desmejorar la imagen de la actriz estadounidense.
Según afirma la prensa local, Rainiero siempre la alejó del cine y de las películas que le ofrecían lo que le generó un gran malestar a nivel profesional y personal. La realidad es que el paso de Grace Kelly por la realeza no fue el ideal.