El próximo 7 de diciembre la Princesa Amalia de los Países Bajos cumplirá los 20 años y poco a poco comenzará a asumir varias responsabilidades en el Palacio comandado por su padre Guillermo. La hija de la Reina Máxima, como heredera al trono, reúne toda la atención y a la hora de buscar una pareja debe tener algunos aspectos en cuenta.
La hija mayor del Rey Guillermo y la Reina Máxima tendrá algunas prohibiciones al momento de elegir su próxima pareja. Las monarquías continúan con leyes que se deben cumplir a rajatabla y aunque suene increíble hay algunas que influyen en la elección de la vida íntima de la Princesa Amalia. Y una está relacionada con sus vecinos belgas que data de muchos años.
En realidad, el problema está en Bélgica donde existe una ley que prohíbe a los integrantes de la familia real belga contraer matrimonio con representantes neerlandeses de la realeza. Entonces, aunque quisieran nunca se podrá dar un casamiento entre el Príncipe Gabriel de Bélgica y la Princesa Amalia de los Países Bajos.
Esta normativa nació en 1830 donde establece le exclusión de por vida de la familia neerlandesa en cualquier poder de Bélgica. Esta medida fue promulgada durante la Revolución belga en la independencia de ese país. Así se evitaba que el país estuviera nuevamente bajo la influencia de los Países Bajos en la época donde gobernaba la monarquía. Aunque en tiempos actuales quedó obsoleta.
¿Quién autoriza el casamiento de Amalia?
Según la constitución de los Países Bajos, el Senado debe autorizar el matrimonio de los herederos al trono. En el 2001 aprobó la normativa donde se legalizó el matrimonio igualitario que incluye a los miembros de la realeza. “Considera que el heredero al trono puede casarse con alguien de su mismo sexo y no renunciar a su derecho al trono”, explicó en aquel entonces el primer ministro Mark Rutte.
En el futuro, cuando la Princesa Amalia asuma el papel de heredera al trono y luego como reina, se espera que tenga responsabilidades y deberes similares a los de su padre y abuela, incluyendo representar al país en eventos nacionales e internacionales, participar en visitas de Estado, apoyar organizaciones benéficas y culturales, y cumplir con los deberes ceremoniales propios de la monarquía.