Hablar del Palacio de Las Dueñas es hacerlo de magia, cultura, arquitectura, arte, tranquilidad, paz y mucho sosiego. Este bello edificio es una de las grandes joyas monumentales de Sevilla y el lugar donde la duquesa de Alba decidió fijar su residencia. A pesar que cuenta con dos palacios más, como Liria en Madrid y Monterrey en Salamanca, Las Dueñas era el más querido por la aristócrata y que ha pasado a manos de su hijo Carlos, como heredero del ducado de Alba, una de las casas ducales más importantes de nuestro país después del ducado de Osuna, Medinaceli y Medina Sidonia.
Llegar a este emblemático e histórico palacio y traspasar el umbral de su puerta es ver a doña Cayetana por todos y cada uno de los rincones de este bello lugar. Cayetana de Alba, una mujer elegante, sencilla, cariñosa, divertida, original y que se puso al mundo por montera, fue una adelantada a todos los tiempos, amaba Sevilla y por ello fijo su residencia en la capital andaluza. Aquí era feliz, tenía su círculo de amigos, ofrecía increíbles almuerzos y fiestas siendo la mejor embajadora y anfitriona en las recepciones a grandes personalidades. En su residencia sevillana recibió a estrellas del cine, de la realeza, de la aristocracia y de la vida social española. Porque sin lugar a dudas doña Cayetana disfrutaba de la vida y la vivió a su manera.
Panorama Hoy ha tenido el privilegio de acceder a este bello monumento, catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), una categoría de protección patrimonial. En todas y cada una de las estancias está plasmada su personalidad, su esencia, su olor, sus colores, en definitiva su todo. Aunque madrileña de nacimiento su corazón siempre se sintió sevillano. En la capital andaluza fue donde falleció y Sevilla se echó a la calle para darle el último adiós a la aristócrata que tuvo un funeral casi de reina y donde sus restos descansan entre la Iglesia de Los Gitanos, de la que era fiel devota y en el panteón familiar de Loeches.
El palacio de Las Dueñas es sin duda uno de los mejores ejemplos de la arquitectura nobiliaria de Sevilla tanto por su valor histórico, arquitectónico, artístico, como por la importancia de sus bienes muebles. Adentrarse en este bello monumento es un lujo visual donde el visitante disfrutará de este placentero recorrido a través de jardines, salones y patios llenos de Arte e Historia, nunca antes mostrados al público por ser, incluso hoy día, residencia privada del XIX duque de Alba.
El nombre de este palacio proviene del desaparecido convento cisterciense de las Dueñas, cuyas monjas se encargaban de dar servicio a reinas y esposas de los reyes de Castilla. Tras convertirse en un solar de casas de distintos propietarios con sus correspondientes huertos, pasó a manos los Pineda, quienes consolidaron la unión de estas casas y la creación de un único Palacio de estilos gótico-mudéjar. Fue una ilustre dama, Doña Catalina de Ribera quien lo adquirió a los Pineda a finales del siglo XV. Cuentan que el motivo de la venta fue como pago de una deuda, motivada por la cautividad de Juan de Pineda, apresado por los moros, quienes pidieron un elevado rescate para ofrecerle la libertad. El inmueble pasó a ser propiedad de la Casa de Alba tras el matrimonio de la hija de Fernando, Antonia Enríquez de Ribera Portocarrero, con el VI duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza en 1612.
En el siglo XIX Dueñas fue convertido en casa de vecinos. Sus salones fueron compartimentados con tabiques y los artesonados cubiertos con cielos rasos. Han residido entre sus muros personajes ilustres como el político inglés Lord Holland, el escritor italiano Ítalo Calvino o el pintor Salvador Clemente, maestro del poeta Juan Ramón Jiménez, que también visitó el Palacio. El comerciante y cosmógrafo Américo Vespucio (por el cual se denominó América al Nuevo Mundo) se casó en el Palacio de Las Dueñas con la sevillana María Cerezo a principio del S.XVI. Durante el siglo XX ha sido lugar de encuentro de miembros de importantes dinastías europeas, siendo huéspedes el príncipe de Gales, Eduardo VIII, el duque de Windsor y su hermano el duque de York, futuro Jorge VI. También otros personajes de renombre como Guglielmo Marconi, inventor del telégrafo sin hilos, el compositor Cole Porter o el pianista Arthur Rubinstein.
Bellos son los cuidados jardines que el personal de la Casa de Alba cuida con mimo y esmero y que cada temporada cuenta con las flores de la temporada que tanto le gustaban a la duquesa de Alba. En el centro del jardín, los visitantes se toparán con una fuente de azulejos, lugar donde se realizó una de las fotos que nos recuerdan la última visita de la Emperatriz Eugenia en 1920. Y continuando por el jardín hacia la fachada del edificio, se encuentra el cenador, donde a la emperatriz le gustaba desayunar. Tras este, se aposta una típica alberca para regadío que nos recuerda los orígenes labriegos del edificio como cortijo. Don Jacobo Fitz James Stuart, abuelo del actual duque de Alba, convirtió Dueñas en jardín arqueológico, adornándolo con cabezas y bustos romanos, un león ibérico procedente de Olivares y la lápida fundacional de la torre del Carpio. En los pasillos que acceden a la fuente original, se han conservado restos de la solería primitiva de la Casa de los Pineda, de la segunda mitad del siglo XV, de losetas de cerámica vidriada de tonos azules y blancos, estando bloqueado el acceso a la fuente principal para garantizar la conservación y preservación de esta antigua cerámica.
Un auténtico jardín botánico
Dueñas, considerado como un gran jardín histórico, cuenta con la riqueza que las tierras andaluzas y el favorable clima ofrecen a las especies florales. Plantas y árboles llegados de todas partes del mundo y que juntas crean este hermoso jardín palaciego. A lo largo de los diferentes patios y jardines, predomina Cassine Orientalis o falso olivo, ejemplar único en la ciudad, un ejemplo de la Justicia carnea, nativa de Sudamérica con flores de color rosa y que encontramos en muchos jardines históricos o un gran Ficus macrophylla junto a la alberca son ejemplos de esta grandiosa muestra de jardín botánico que se une a las características que ofrece este singular palacio.
Los jardines son uno más de los tesoros que conforman este singular palacio. Supone un gran esfuerzo de mantenimiento ya que se cuidan a diario. Sus suelos se rastrillan, se visten con el amarillo del albero tan típico sevillano. La primavera es una explosión de luz, color y olores mientras se desarrollan las mejores floraciones: rosas, geranios, calas, clivias entre numerosas plantas de flor. Plumbago, Jacaranda, Pacífico, Brachichito, árbol del Amor, Almez, Trompetas de Ángel, Ciruelo chino, Peral, cítricos, Bambú, Lantana, Ciprés o Laurel, entre muchas otras especies. Es impresionante el primer impacto que se recibe, al entrar en Dueñas y ver las buganvillas trepando por la pared de la fachada principal de palacio, mostrando su espectacular colorido.
Caballeriza ducal
Hay que recordar la afición que la Casa de Alba ha tenido siempre por los caballos. De hecho la casa cuenta con una de las caballerizas más antiguas de Sevilla, destinadas a la guarda de los animales de tiro de los coches de caballos, especialmente durante la primavera y la Feria de Abril. No olvidemos que los miembros de la Casa de Alba han sido y son grandes embajadores en la feria de Sevilla. Por ello en estas fechas se puede contemplar la salida de los coches hacia el Real. La Feria constituye un acontecimiento unido indisolublemente a la primavera sevillana desde 1846 y muchas son las ilustres personalidades que han visitado este evento mundialmente conocido. Algunos de ellos tan famosos como los príncipes Rainiero de Mónaco y Grace Kelly o la primera dama estadounidense Jacqueline Kennedy, invitadas por los duques de Alba en el palacio de las Dueñas en 1966. En 1947 tuvo lugar el matrimonio entre la duquesa Cayetana Fitz-James Stuart y Silva y el duque Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, hijo del duque de Sotomayor, considerado como uno de los mayores acontecimientos sociales de la época. Ella y su padre acudieron a la Catedral desde el Palacio de las Dueñas en coche de mulas enjaezadas con borlajes jerezanos. Las mantas que lucían los asientos de los cocheros llevaban grabadas escuetamente con caligrafía inglesa, Alba, tradición que ha continuado en las bodas de algunos de sus hijos, que eligieron Sevilla para la celebración de sus matrimonios.
Aperos Eugenia de Montijo
En la Caballeriza se conserva un recuerdo de la emperatriz de Francia Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y hermana de Francisca, más conocida como Paca, casada con Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia. En este guadarnés, se aprecian los aperos de su silla de montar, confeccionada en textiles de algodón ornamentados con 5 bandas de trenzados y borlas, que procede de los talleres granadinos y conserva el conjunto de sus mantas, así como las alforjas de cuero repujado con motivos de arabescos y un poncho mexicano, en el que puede verse una fuerte impronta del arte popular de aquel país. Frente a esta vitrina hay unas columnas que sostienen estas caballerizas, que se encuentran soterradas más de 2 metros y provienen de unos antiguos baños árabes anexos a la mezquita erigida en el año 478 sobre la que se construyó la iglesia de San Juan de La Palma.
Recorrer las salas de Dueñas es adentrarse en siglos de historia, de abolengo, de tradiciones, de recuerdos, de importantes obras pictóricas que prenden sobre las paredes de este imponente edificio. Espectaculares tapices que cuelgan en muchas de las estancias de este palacio ducal. Entre las obras pictóricas del siglo XIX, se encuentran las copias de los retratos de Winterhalter, del emperador Napoleón III y de la emperatriz Eugenia de Montijo, obras de gran tamaño con molduras de época ricamente decoradas. En la escalera se conservan dos interesantes vasos de mármol, copias reducidas del grandioso Vaso Medici con el mito de Ifigenia y del Borghese, con Thiasos dionisíaco. También acompañan tapices flamencos del siglo XVII de lana con pigmentos.
De la importante colección de pintura, representada por algunos de los principales estilos y artistas españoles y extranjeros, destacan retratos del siglo XVI, como el del Rey don Sebastián, de la pintora italiana Sofonisba Anguisola, que trabajó en la corte de Felipe II o el del Retrato del Cardenal Don Iñigo López de Mendoza y Zúñiga. De las pinturas del Barroco italiano destacan Santa Teresa de Jesús y San Antonio de Padua, de Luca Giordano o en el muro contiguo La Coronación de Espinas (una de las obras estrella de la colección del Palacio), de José de Ribera (datada en 1620), ejemplo del tenebrismo que caracterizó la mayor parte de su producción artística. Se puede divisar claramente la relación claro-oscuro en la pintura, que se consigue con la utilización de la luz focal, lo cual permite la degradación de la luz hacia el exterior del cuadro. También cabe mencionar que en este periodo artístico la pincelada era modelada. Igualmente otra importante obra del barroco de Anibal Carracci, ‘El descendimiento de Cristo’. De la escuela de Murillo, la casa de Alba cuenta con las protectoras de la ciudad de Sevilla, Santa Justa y Santa Rufina. Esta sala da acceso a cuatro salas visitables: El salón de los Carteles, La Capilla, El Salón del Tablao y la Sala de Lectura.
Unas de las salas más llamativas del Palacio de Las Dueñas es el Salón del Tablao, que era el rincón personal de doña Cayetana, que usaba para practicar el baile flamenco y la pintura, otra de sus grandes aficiones, mostradas en unas representaciones realizadas en sus inicios pictóricos. Uno de sus trajes de flamenca y un traje de corto, objetos, fotografías, diplomas, cuadros, y hasta su afición deportiva al Real Betis Balompié, llenan este espacio singular. En esta sala puede apreciarse el amor a la cultura andaluza y al arte taurino que la duquesa profesaba desde su infancia y que le acompañó durante toda su vida. Cuadros pintados por la bailaora La Chunga, fotografía del cantante Miguel Bosé, de la infanta Elena o del torero Antonio Ordóñez entre muchos otros detalles se reparten por la sala. Sobre este tablao comenzó a bailar flamenco con ‘pellizco calé’ de la mano del gran Enrique ‘El Cojo’´, aprendiendo el secreto de las bulerías, las sevillanas y las alegrías de Cádiz. Personajes como Jacqueline Kennedy conocieron el arte flamenco de mano de una de sus grandes embajadoras como fue la duquesa de Alba. En otra de las estancias palaciegas se encuentra otro espacio, el de lectura, se puede observar un dibujo original de Salvador Dalí realizado en el libro de firmas de la Casa el 25 de abril de 1971.
Un auténtico espectáculo de originalidad donde la esencia y personalidad de la aristócrata está impregnada en cada rinconcito de esta divertida sala llena de recuerdos, historias y momentos que la duquesa de Alba vivió desde que habitó este impresionante Palacio de Las Dueñas, donde tan feliz era la aristócrata y en el que disfrutó cada uno de los momentos más importantes de su vida.
Desde su fallecimiento nada es igual en Sevilla, ni la Semana Santa, donde cada jueves Santo de madrugada la propia duquesa de Alba, salía a las puertas de Palacio para recibir a su Virgen de las Angustias, de la que fue camarera de honor y una de las aportaciones más importantes fueron sus donaciones para la restauración y remodelación del templo donde hoy descansa y reposan sus cenizas.
Tan cariñosa y detallista era la aristócrata que en la madrugada del jueves encargaba al servicio que prepararan tortillas de patatas para regalarlas a los costaleros que cargaban el paso de la Hermandad de Los Gitanos que paraban frente a su palacio. Y es que doña Cayetana era diferente, muy generosa y con un gran corazón. Hizo muchas obras de beneficencia que nadie se enteró.
E igualmente pasaba con la feria de abril. Cuando la duquesa ponía un píe en la feria de Sevilla era un auténtico espectáculo de color y originalidad, no sólo por los divertidos y originales estilismos que elegía, sino por las personas que le acompañaban. Doña Cayetana pasó a la historia por ser una aristócrata muy actual, con una mente muy abierta y una gran conservadora de todos y cada uno de sus palacios. Tenía perfectamente controlado todos los detalles que había en cada uno de ellos. Y es que hasta el final tuvo su cabeza en perfecto estado. Una duquesa que hizo brillar y brillo con luz propia y que pasará a la historia por ser una aristócrata simplemente irrepetible.
Visitar el Palacio de Las Dueñas, (la duración del recorrido es unos 45 minutos aproximadamente), es transportarse a siglos de historia, tradición y costumbres de una de las casas ducales más importantes de España, además de disfrutar de un paseo que cuenta con quince paradas y que es un imprescindible si estás en Sevilla.