Es realmente normal ver a personas en las oficinas o en sitios de trabajo mordiéndose incansablemente las uñas. Aunque ya no quede uña por morder las personas que sufren de Onicofagia continuará buscando esa pequeña puntita para poder continuar llevándose la mano a la boca y realizar uno de los rituales más comunes en aquellas personas que cuentan con un gran grado de ansiedad.
El mayor problema de esta práctica es cuando se vuelve patológico, repetitivo y lesivo. Si comienzas a sufrir de algo tan dañino para tu cuerpo pero de todos modos continúas haciéndolo es momento de consultar con un profesional y tomar medidas, porque no hay duda alguna de que requieres de ayuda ya que no estás pudiendo solucionarlo solo.
Aparte de los problemas visibles, morderse las uñas compulsivamente puede acarrear deformaciones en las uñas, los dedos y las cutículas, infecciones por bacterias, hongos, desgaste dental o problemas de mandíbula y de ATM. La práctica repetitiva durante años también puede ser nocivo para los dientes ya que constantemente los estamos haciendo friccionar contra una superficie dura y chocar entre ellos al momento de la rotura de la uña.
Las terapias psicológicas, como la cognitivo-conductual, pueden resultar muy útiles para tratar estos problemas. El paciente aprende a identificar y manejar con éxito las situaciones que, sin ayuda, le superan y acaban por provocar que se muerda las uñas.
La solución a corto plazo que puede ser el puntapié inicial para erradicar este feo hábito de nuestro sistema y volver a tener unas bellas manos es la de colocar algún producto sobre las mismas uñas. Existen esmaltes especiales con sabores amargos par que notemos un gusto horrible al momento de llevarnos las manos a la boca. Con el tiempo el cerebro asocia esa sensación desagradable con las manos en la boca y no vuelve a realizarlo nunca más.