La Susana que pintó Artemisa Gentileschi, se niega a aceptar el status de objeto y levanta la mano con firmeza para bloquear el paso de los hombres que quieran verla semidesnuda.
El lienzo de Maria Sibylla Merian, pionera de la metamorfosis, captura mucho más que la interacción de los insectos con los cultivos de piña. En las pinceladas dialogan sus descubrimientos como ecologista que fueron opacados por sus habilidades artísticas.
Por supuesto, estas son dos de las interpretaciones que ofrece la nueva exposición temporal del Thyssen, con el propósito de “cambiar la visión entera de los géneros al verlos desde el punto de vista de una mujer,” dice Guillermo Solana, director artístico del museo.
Maestras está conformada por ocho salas donde se abordan temas que “corresponden con hitos de una historia de las ideas de las mujeres”, dice Rocío de la Villa, comisaria de la exposición y teórica feminista.
Se muestran mujeres que no solo aparecen en la biblia y la antigüedad, sino que actúan y son símbolo de victoria femenina sobre la violencia de género. Madres que hacen frente al discurso patriarcal de angeles del hogar. Amigas que retratan a otras mujeres desde ángulos que solo pueden ser interpretados al haber cruzado las mismas tormentas.
“Son piezas con una larga lista de espera para ser prestadas por la alta demanda o que han vuelto a las salas de los museos después de años guardadas”, dice Solana.
Al recorrer los pasillos de la exposición, la cuestión de por qué no ha habido grandes mujeres artistas es reemplazada. ¿Por qué desparecieron de la historia? Esa es la duda que empieza a resonar.
“Los prejuicios culturales moldean las creencias de la época, y esos mismo prejuicios las mantuvieron invisibles”, dice De la Villa.
Artistas que formaron parte de las vanguardias como Camille Claudel, Jacqueline Marval, Helene Funke y Natalia Goncharova fueron reconocidas en sus tiempos, pero tras su muerte o a raíz de acontecimientos históricos fueron eliminadas de la historia y las salas de los museos.
Resulta vigente porque “borrar el pasado es robar la identidad de las mujeres, lo que en algunos casos lleva a la violencia física y psicológica”, explica De la Villa. Es en esta cadena de eventos donde reside el poder cultural.
Solana pide abandonar los prejuicios al llegar a las salas. Quizás así se cumpla lo que deseó la poeta Sajo de Lesbos: “Alguien se acordará de nosotras en el futuro”.