La ciudad de Calatayud, Zaragoza, al centro de España, situada a una hora de Madrid con el tren de alta velocidad, se ha vuelto a engalanar para honrar a su Patrón San Roque, protector de las epidemias. Calatayud celebra por todo lo alto con peñas, charangas, chupinazos, festejos taurinos, peregrinaciones, música, bailes y una exquisita gastronomía, a San Roque, que en realidad era de origen francés, pero su fama se extendió por toda Europa, ya que curó a mucha gente de la peste en la Edad Media, tan solo con la señal de la cruz.
Calatayud ha sido a lo largo de los siglos un cruce estratégico de caminos, donde romanos, árabes, judíos y cristianos han contribuido a la construcción de una urbe con castillos, fortalezas, iglesias y la colegiata Santa María, ejemplo del arte mudéjar, declarado por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Calatayud de 20,000 habitantes dobla su población a mediados de agosto con turistas ávidos de vivir las fiestas patronales que fusionan religiosidad, devoción, modernidad, corridas de toros, muñecos de capea en el coso para ser embestidos por vaquillas y muchísimo ambiente. Un completo programa que arranca con el chupinazo, seguido del desfile de cada una de las 10 peñas con su charanga por la Rúa, la romería a la blanca ermita de San Roque desde donde se divisa la belleza de la ciudad y, finalmente, la chocolatada con ricos bizcochos.
Se cuenta que el chocolate llegó al Monasterio de Piedra, situado en las cercanías de Calatayud y venía de México. Lo envío al abad del monasterio Fray Jerónimo de Aguilar, que iba con la expedición de Hernán Cortés. Así que los monjes del Monasterio de Piedra fueron los primeros en probar este manjar.
En los albores del siglo XIII San Roque, que nació en Montpellier, Francia, con 20 años repartió su fortuna entre los pobres y viajó como peregrino por el Viejo Continente para dedicar su vida a los enfermos. En Calatayud se le venera desde 1523, si bien la configuración de los festejos actuales con ritos y cofrades data de hace 75 años.
Las peñas, asociaciones de miles de amigos con nombres tan curiosos como “El Cachirulo”, “Desbarajuste” o “Los que faltaban” por poner unos ejemplos, dan forma a desde hace más de 7 décadas a estas fiestas que se transmiten de generación en generación. No puede faltar la gastronomía después del “Vino de honor” que se ofrece a San Roque. Paellas, gambas a la gabardina, papas bravas, salmueras, calderetas, ternasco, borrajas con arroz y almejas, huevos rotos y cangrio seco. Especialidades que se degustan en el tradicional Mesón de La Dolores, símbolo de Calatayud, una ciudad acogedora y con una animación inigualable.