Con el paso del tiempo nuestro cuerpo comienza a presentar cambios interiores y exteriores, y los mismos son inevitables. La primera facción que comienza a cambiar a medida que envejecemos es el rostro, pero existen otros cambios físicos que también van modificándose con el paso del tiempo.
Al ingresar a la vejez, la piel del rostro pierde tono muscular y se torna flácida, la papada cae y da una apariencia de doble mentón, la piel se seca, por lo que la apariencia lisa se pierde, las manchas comienzan a salir y los puntos oscuros aumentan, e incluso si faltan dientes, la forma de la cara comenzará a cambiar, al igual que la apariencia de la boca.
Durante la vejez el cuerpo comienza a perder musculatura. En los ancianos hay una pérdida de masa muscular que puede llegar a ser de hasta el 40%. Esto implica una mayor dificultad en la realización de las funciones motoras, menor resistencia al ejercicio y es uno de los principales factores determinantes de la dependencia de las personas mayores. Esto también se ve afectado o incrementa si la persona no mantiene una vida activa y se dedica al sedentarismo.
El cuerpo también comienza a presentar diversos cambios físicos, y el dolor crónico comienza a aparecer. Este tipo de dolor suele estar relacionado con otras afecciones crónicas, como artrosis, enfermedades cardiovasculares, entre otras. Además, estos dolores pueden atraer enfermedades crónicas.
Para prevenir este tipo de enfermedades es importante tener un estilo de vida saludable, realizar actividad física y tener hábitos diarios que contribuyan al bienestar integral del cuerpo humano durante la vejez. Algunos de ellos incluyen: reducir el consumo de grasas saturadas, no consumir grasas trans, limitar el consumo de azúcar y de sal, realizar ejercicio aeróbico moderado al menos 150 minutos a la semana, evitar el tabaquismo y el alcohol.